Era la mejor fiesta de Halloween en la que había estado
nunca. Qué digo, era la mejor fiesta de Halloween del mundo. Un hotel de
lujo, buena comida, bebida, música…
Era una pena que no quisiera estar allí.
Mi amiga Dana me había arrastrado contra mi voluntad, y me había improvisado un
disfraz de colegiala sangrienta en cinco minutos.
Estaba horrorosa. La supuesta sangre era vino tinto, no digo más.
Así que allí estaba, en una esquina, aburrida, deseando irme de la mejor fiesta
de Halloween del mundo.
Hasta que se me acercó un tipo, un dios en traje que tampoco quería
estar en aquella fiesta, y que lo tenía todo: era guapo, atractivo, divertido,
con clase…
¿Lo malo? Que también tenía novia.
¿Lo bueno? Que la noche era muy larga… y podía pasar de todo.
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